lunes, 18 de febrero de 2019

El combate de Manchalá


A fines de mayo el alto mando del Ejército Revolucionario del Pueblo se reunió en San Miguel de Tucumán con el objeto de planificar nuevas acciones armadas.
Cumpliendo las nuevas directivas, los guerrilleros, encabezados por Manuel Negrín, Julio Abad y Wilfredo Siles, decidieron un ataque al Puesto de Comando Táctico de la V Brigada de Infantería, convocando para ello al total de sus efectivos con el objeto de ocupar Famaillá, neutralizar las posiciones del ejército, asesinar al general Vilas y tomar rehenes que luego serían negociados. Con ese golpe, pensaban levantar la moral de sus combatientes, un tanto alicaída a esa altura a causa de los últimos reveses. Eran los tiempos en que sus dirigentes, a través de una publicación aparecida en París, reivindicaban la lucha armada y se jactaban de mantener aferrada a una brigada de 4000 efectivos del ejército con solo 300 combatientes.

Monumento en el Batallon de Ingenieros de Montaña 5 Salta.

Convocando a sus principales cuadros, algunos de ellos miembros del PRT oriundos de Córdoba y Santa Fe e incluso elementos provenientes del exterior (Bolivia, Perú, Centroamérica), el ERP reunió un total de 180 hombres de primera línea más un número no determinado de simpatizantes dispuestos a la lucha y dividió sus fuerzas en seis columnas: el Grupo Comando al mando del capitán Lin, con la asistencia de el sargento “Julio” e integrado por nueve subversivos, que tendría s su cargo la dirección las operaciones; el Grupo de Asalto 1, al mando de “Roberto” cuya misión era tomar el puesto táctico, incautar armas y aniquilar al mayor número posible de personal; el Grupo de Asalto 2, que atacaría un objetivo a determinar, desde el que intentaría impedir la llegada de refuerzos (integrado por 12 efectivos); el Grupo de Seguridad, al mando del sargento “Bartolomé”, cuya misión era apoderarse del puente del río Famaillá; el Grupo “Plaza”, que apoyaría al Grupo de Asalto 1 cubriendo su repliegue (40 efectivos) y la posta sanitaria cuya labor era la evacuación de heridos.
“La escuelita de Manchalá está ubicada en un paraje de la Ruta provincial Número 99, a 10 kilómetros de la Ruta provincial Número 38, lugar este donde el camino hace un codo. En la pequeña escuela, un reducido número de efectivos pertenecientes a la Compañía de ingenieros de Montaña 5 de Salta, se encontraba abocado a la realización de reparaciones en el edificio, como una de las tantas tareas de acción cívica que desarrollaba el Ejército como producto del operativo”.
Desde una finca cercana, el ERP, abordó las unidades de su columna motorizada y se puso en marcha transportando el total de los 180 efectivos fuertemente armados. Componían la columna una camioneta pick up Ford F-100 como vehículo de punta, un camión Mercedes Benz 608 color verde, otro 1114 color bordó, de cuatro toneladas cada uno y un Rastrojero Diesel.

Cerca de las 17.30 los vehículos que avanzaban encolumnados por la Ruta Provincial 38, se toparon con un camión Unimog del Ejército que se hallaba detenido junto al camino, sobre uno extremo de la curva donde se encontraba la escuela.
Al ver a un soldado parado junto al rodado, los terroristas echaron pie a tierra y abrieron fuego sin mediar palabra, obligándolo a buscar cobertura.
Al escuchar los disparos, los diez soldados que trabajaban en el interior del establecimiento, dos de los cuales eran suboficiales, tomaron sus armas y salieron al exterior para trabarse en combate.
Un guerrillero cayó muerto a metros de la ruta y otros dos resultaron heridos mientras sus compañeros se reagrupaban e intentaban rodear la escuela. Disparando desde diferentes sectores alcanzaron a un soldado que cayó gravemente herido junto a la puerta mientras sus compañeros intentaban cubrirlo con nutridas descargas, desde el interior.
En ese momento se escuchó una voz que exigía la rendición pero los efectivos leales la ignoraron. Ciento cuarenta guerrilleros atacando a diez o doce efectivos dentro de una pequeña escuela rural representaban un cuadro propio de las gestas heroicas de los tiempos de la Independencia y las contiendas civiles del siglo XIX, pero al mismo tiempo, constituía una verdadera trampa de la que resultaba imposible salir.
Al ver que el soldado herido no podía moverse, sus compañeros le arrojaron una cuerda y a viva voz le indicaron que la sujetase firmemente para arrastrarlo hacia el interior. Y así ocurrió. Tomandose fuertemente de la cuerda, el soldado fue introducido en el edificio mientras las balas del enemigo repiqueteaban a su alrededor.
En el fragor del combate, siete efectivos de Ejército que trabajaban en Balderrama, acudieron al lugar en apoyo de sus compañeros. Recibieron nutridas descargas que les ocasionaron una baja (un soldado herido) y los obligaron a arrojarse a una banquina en busca de protección en el preciso instante en que otro camión del Ejército con cinco hombres a bordo, llegaba por la ruta.
Desde los cañaverales cercanos, los subversivos centraron su fuego sobre el rodado hiriendo a otro soldado mientras su columna motorizada intentaba reiniciar la marcha. Sin embargo, la unidad que la encabezaba se empantanó y no pudo seguir, impidiendo el desplazamiento de los vehículos restantes.
El tiroteo era intenso cuando uno de los soldados logró eludir el cerco y se dirigió a toda prisa hacia el comando de la Brigada, para dar inmediato aviso.
Impartidas las órdenes de rigor, partieron hacia la zona de combate tres camionetas con cinco oficiales y diez soldados fuertemente pertrechados, quienes llegaron a la escuela cuando comenzaba a obscurecer.

Al ver las luces de los vehículos, los subversivos pensaron que lquienes se aproximaban eran refuerzos y por esa razón, decidieron huir.
Lo hicieron a toda prisa, internándose en la espesura, en dirección a la Ruta 301, dejando a sus espaldas dos muertos, Domingo Villalobos Campos y Juan Carlos Irustia; dos heridos graves, Héctor Burgos y un individuo apodado El Hippie junto a dos camiones dañados, tres camionetas, tres equipos de radio, cinco fusiles FAL, dos pistolas ametralladoras, diez escopetas, cuatro carabinas, dos revólveres, seis pistolas, veintiséis granadas de mano, otras veintiocho antitanque, ochenta bombas “molotov” y tres mil cien proyectiles, además de instrumental quirúrgico, indumentaria militar, una maqueta del Puesto de Comando Táctico, equipos y una bandera.
Una hora después, habiendo finalizado el enfrentamiento, se hizo presente un escuderón de Gendarmería Nacional y un equipo de combate de la Fuerza de Tareas “Rayo” con instrucciones de iniciar la persecución nocturna del enemigo en fuga. Quince días después, el ERP seguía abandonando heridos en la selva.
El de Manchalá fue uno de los combates más importantes de la guerra de Tucumán y significó un duro golpe para la subversión ya que, un reducido grupo de soldados, abocados a tareas comunitarias, había logrado rechazar a una fuerza numerosa y mucho mejor equipada.
El comunicado aparecido en “Estrella Roja” confirmaba la cantidad de combatientes empeñados en la lucha pero mentía descaradamente al hablar de blindados, dominio aéreo, elevado número de efectivos leales, veinte muertos de Ejército, el doble de heridos y una retirada ordenada. Era un intento desesperado por hacer creer a la opinión pública que la “lucha” seguía en pie, con mayor firmeza y decisión que nunca.

Fuente y agradecimiento: Alberto N. Manfredi (h). Operativo Independencia Blog.

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