Cuando los fortines de la línea, correspondiente a la Frontera Norte fueron terminados y ocupados por las distintas fracciones, el resto de las tropas de la División comenzó con la concreción de la tercera fase del plan del ministro Alsina que fue la construcción de un obstáculo para desalentar a los indígenas de malonear: una zanja con parapeto.
El proyecto era defender la zona ocupada y se harían unos 650 kilómetros de zanja, desde el fortín Cuatreros en Bahía Blanca hasta la laguna La Amarga, en Córdoba.
El concepto de Alsina era ganar terrenos a partir de sucesivos avances y mantener lo conquistado con un sistema de fortificaciones. Los diarios de Buenos Aires, con sus fuertes críticas, al igual que opiniones de personas de importancia de la época con conocimiento del problema indígena, no pudieron detener el proyecto de Alsina: cuando los fortines estuvieron terminados, comenzó el trabajo de construir la zanja.
Esa zanja, según se proyectó, tendría 3 metros de ancho, 2 metros de profundidad (estas medidas variaban según la geografía del lugar) y en el terraplén que daba al Este debía levantarse un parapeto de 1 metro de altura sobre una base de 4,50 metros.
Esa tarea la realizaría la División Norte a lo largo de 30 leguas. El coronel Villegas, comenzó los trabajos con esmero y en corto tiempo logró terminar con lo encomendado por la superioridad.
En la realización de la zanja trabajaron soldados y civiles contratados a los que se les pagaba 12 pesos fuertes por cada metro de zanja construida. Los trabajos fueron dirigidos por el ingeniero civil francés, Alfredo Ebelot y los esfuerzos realizados por la División Norte, conducidos por su indiscutido jefe, el coronel Conrado E. Villegas. Ellos ejecutaron 152 kilómetros con 200 metros de la zanja proyectada, cubriendo una superficie de 127.472 kilómetros de tierra conquistada, la mayor superficie de todo el avance. Esa realización provocó expresiones de satisfacción del Ministro Alsina cuando visitó el campamento Trenque Lauquen en enero de 1877.
Los 600 kilómetros inicialmente proyectados no alcanzaron a realizarse, tan sólo se lograron construir unos 325 kilómetros.
Para vigilarla se establecieron 109 fortines: construcciones precarias de forma circular, de poco más de veinte metros de diámetro, con un rancho de adobe y un mangrullo en el centro, rodeados por un foso y un paredón de palos a pique para fortalecer su defensa. En cada fortín se establecían entre siete y diez soldados elegidos para ese destino, quienes debían diariamente, a lo largo de la línea, realizar descubiertas (reconocimientos que en ciertas horas hace la tropa para averiguar la situación del enemigo). La distancia entre uno y otro era corta, posibilitando una rápida comunicación en caso de malones u otras eventualidades. La comandancia era un fortín más, pero con mayor jerarquía, pues en él se realizaba el abastecimiento de caballos y se centralizaba toda la información de los fortines cercanos. Además, en ésta vivían los familiares de los soldados, aportando apoyo y compañía, con lo que disminuía el número de deserciones.
Fuente y agradecimiento: www.revisionistas.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario