Constantino Davidoff era un comerciante del área metalúrgica poco conocido fuera de su círculo comercial. Había realizado buenos negocios de desguace, cuando en un momento consiguió la extracción de un cable submarino de comunicaciones, actividad de relevancia por los distintos ámbitos que involucraba.
Precisamente durante esta actividad de la recuperación del cable submarino de comunicaciones, se iniciaría un importante capítulo de la historia Argentina del Siglo XX. Davidoff recuerda: “Conversando con el contramaestre, me comenta que hacía muchos años él tripulaba una nave que llevaba combustible a la Compañía Argentina de Pesca, una las estaciones balleneras de la Isla San Pedro en las Georgias del Sur y que allí había muchísimo material para desguazar y o recuperar ya que esas estaciones habían sido abandonadas 20 años atrás.”
“Así que me comuniqué con un amigo en Londres quien me averiguó que dichas balleneras eran de propiedad de la compañía escocesa Christian Salvensen Limited con sede en Edimburgo. Tomé contacto con ellos y le manifesté mi interés de adquirir las instalaciones balleneras. Ellos me indicaron que me contacte con la embajada británica en Buenos Aires a fin de verificar la situación diplomática/legal. Allí comenzaron las negociaciones que llegaron a buen fin inicialmente. Incluyó un viaje a Malvinas para entrevistarme con el gobernador de ese momento James Parker. La única excepción que tuve era que no podía contratar a personal Kelper. Es importante recordar que para el viaje a Malvinas lo hice con lo que se denominaba Tarjeta Blanca como documento de identidad por los acuerdos de 1971, no se requería pasaporte”.
De esta manera se celebra un contrato firmado el 19 de septiembre de 1979 entre la Christian Salvensen Ltd y Contantino Davidoff por:
Las estaciones balleneras en los puertos Leith, Stromness y Husvik (todas en la Bahía Stromness) y por los buques balleneros y cazadores de focas tanto a flote, hundidos o encallados que se encuentran en la estación Grytviken, exceptuando todos los bienes de dicha estación.
La autorización para el desmantelamiento de las instalaciones balleneras estaba dada hasta el 31 de marzo de 1983 con la posibilidad de prorrogar dicho plazo en caso de necesidad.
Continúa Davidoff: “Solicite al gobierno de Malvinas si me podían facilitar el buque “John Biscoe” o el “Endurance” para ir a San Pedro pero no obtuve respuesta favorable, entonces le solicité a la Agrupación Antártica Argentina si me podían acercar con el rompehielos “Alte Irizar” junto a algunas personas que trabajaban para mí. Luego de una respuesta afirmativa por parte de la Agrupación, le comuniqué a la embajada británica que viajaría a Georgias en el rompehielos, adjuntado la lista con el nombre de mis siete acompañantes y las fechas correspondientes. Quería tener un panorama del equipamiento que había y con un buzo verificar los muelles y los posibles obstáculos para ingresar con naves.”
“En diciembre de 1981 llego a San Pedro con el “Alte Irízar”, como no tenían cartas náuticas actualizadas de la Bahía Stromness, me desembarcan con una lancha y recorrimos el lugar por siete horas cuidando de no tropezarnos con los lobos marinos que estaban por todas partes.”
“Lo que allí había era impresionante, era como un pueblo. Hasta se construían catchers (barcos cazadores de ballenas). Había cuatro diques flotantes autocarenables, toneladas de chapa naval nueva, herramental de astillero, hélices, cadenas navales, generadores, exclusas, tuberías de cobre y bronce, calderas, tanques de combustible, cátchers, etc, etc. Además de las casas y alojamientos había una iglesia, un hospital, un cine, en el bar había un piano de cola cubierto con géneros. Era increíble, además tal vez por las bajas temperaturas, no había casi corrosión. Hicimos algunas pruebas y casi todo funcionaba. No obstante, el viento y el clima dejaron su huella. Había barcos varados, hundidos o semihundidos, algunos galpones medio derrumbados. Sacamos 3500 fotografías porque en seis o siete horas no se podía hacer un relevamiento real de todo lo recuperable. Tanto fue así que al regresar me comuniqué con le Embajada y pedí una prórroga –la que me fue concedida- ya que en una temporada era imposible terminar con los trabajos de desguace.”
En su momento de esplendor vivían y trabajaban en Leith 2.100 personas en tareas totalmente relacionadas con la caza y procesamiento de ballenas y lobos marinos y el mantenimiento de la planta en general. Los barcos cazadores cátchers llevaban una decena de los gigantescos cetáceos por día, dejando cada uno de los infortunados animales casi un millón de dólares de facturación. Semejante devastación de las poblaciones de ballenas trajo aparejado un incremento en el esfuerzo de caza, ya que cada vez fue más difícil encontrarlas, y las prohibiciones de la Comisión Ballenera Internacional, que con las restricciones, prohibiciones de caza y reducidas cuotas, terminaron con el negocio de las factorías balleneras a comienzos de la década de 1960.
Recuerda Davidoff “El 9 de marzo de 1982, me apersoné en la embajada británica y le llevé la lista de los 41 operarios –todos civiles- que irían a Leith a trabajar en las tareas de desguace. Dos de ellos, técnicos en sondaje, regresarían de inmediato, por lo que 39 quedarían allí. Este personal, su equipo y víveres serían transportados en el buque “Bahía Buen Suceso” de Transportes Navales. Autorizado por la embajada llegamos a Leith el 19 de marzo”
“Al llegar, con gran sorpresa, se escucha por la radio la noticia que la Argentina había invadido una colonia británica en el Atlántico Sur. Se trató en realidad de una falsa noticia transmitida por el ahora gobernador de Malvinas Rex Hunt, ya que además de mis autorizaciones y contratos, todo el personal era civil. Otro elemento de importancia para mi empresa es cuando ese mismo día 19, el gobierno Argentino anuncia la desvinculación del problema entre Davidoff y el gobierno británico. Así comienza la historia del conflicto del Atlántico Sur.”
A partir de este momento el nombre del empresario metalúrgico Constantino Davidoff, comienza a ser mencionado cada día en las portadas de los diarios argentinos, británicos y de otros medios del mundo. El grupo británico conocido como “Lobby de las Malvinas”, influye sobre los parlamentarios y medios de Gran Bretaña, logrando finalmente y luego de notas de intercambio diplomáticas, que se despache desde Malvinas a un grupo de Royal Marines en el barco “Endurance” para expulsar a los obreros por medio de la fuerza si fuera necesario. Además lograron poner a la opinión pública británica a su favor.
Entre tanto más al Oeste
El día 16 de marzo de 1982, en el puerto de Ushuaia, embarcan en el buque polar “Bahía Paraíso” el denominado grupo Alfa constituido por dos oficiales, uno de ellos médico y 12 suboficiales todos con la aptitud de Buzos Tácticos y Comandos Anfibios, al mando del teniente de navío Alfredo Astiz.
La Armada Argentina había elaborado un plan para ocupar una base científica en las islas Georgias debido que al concluir la temporada estival de 1982 el personal británico de la BAS (British Antartic Survey) se retirarían de las islas y el buque polar “Endurance” sería retirado del Atlántico Sur y las mismas quedarían deshabitadas. Si bien se debería enviar personal científico en principio; se estableció en enviar personal militar dado el carácter secreto que se imponía a la misión. Como antecedente, en 1976 la Armada había realizado una maniobra similar al construir una estación científica en la isla Tule en las Sandwich del Sur (Base Corbeta Uruguay) que si bien no había pasado inadvertida para los británicos, estos no presentaron ninguna oposición de importancia.
El grupo Alfa, desconociendo su misión, había realizado un pequeño período de adiestramiento en Buenos Aires y Ushuaia. Se los proveyó con uniformes para zona fría. Varias toneladas de equipamientos y provisiones para un año que habían sido embarcadas previamente en el “Bahía Paraíso” en el puerto de Buenos Aires (Estos equipos y abastecimientos eran a las claras insuficiente dada la misión y el tiempo de la misma).
Cierto es que a los pocos días de la zarpada del buque polar, el incidente promovido por el gobernador de las Islas Malvinas fue escalando y desde la Cancillería se ordenó cancelar la ocupación de las Georgias por parte del grupo Alfa. Sin embargo, cuando se supo que desde las Malvinas se despacharían Marines para expulsar a los obreros de Davidoff en puerto Leith, la superioridad ordenó al grupo Alfa la protección de los mismos.
Decidida la recuperación de la Islas Malvinas por la Junta Militar que gobernaba la Argentina, se previó asimismo la ocupación de Grytviken - el único asentamiento poblado por personal del British Antartic Survey- para el mismo 2 de abril, sin embargo las adversas condiciones climatológicas obligaron retrasar la navegación de la corbeta “Guerrico” que trasportaba 40 hombres de la Infantería de Marina, quienes al día siguiente cumplieron su objetivo.
En Puerto Leith
Desde su mismo arribo a Puerto Leith los trabajadores de Davidoff se pusieron a trabajar en el desguace y recuperación metales como el bronce y el cobre. Davidoff recuerda: “Habíamos conversado con Transportes Navales para utilizar el “Isla de los Estados” cuando el volumen fuera apropiado para llevarlo al continente. Los cuatro diques flotantes autocarenables se hubieran podido distribuir en puertos patagónicos para la reparación de pesqueros ya que entonces no los había. Se los hubiera podido remolcar con un buque supply sin ningún problema, además con el herramental existente, chapas nuevas, etcétera, se podría montar un taller de reparaciones navales, no obstante esta posibilidad tenía sus días contados lamentablemente”.
La realidad que desconoce el pueblo argentino y el británico
Davifoff: “Obviamente la empresa escocesa no me devolvió el dinero abonado por la compra de las estaciones balleneras, perdí todo el herramental que había llevado a Leith para el desguace. Al regresar a la Argentina me esperaba aún la factura de Transportes Navales por la contratación del “Bahía Buen Suceso”.
“En el derecho internacional 'Estoppel es la renuncia por parte de un estado, por inacción frente a un acto soberano del otro, a todos los derechos alegados hasta la fecha, con relación a un área en disputa'. Por ello considero que la reacción Argentina frente a la agresión estimulada y montada desde la gobernación de la Islas Malvinas y los lobbies interesados es legítima".
"Cuando la Reina de Inglaterra le solicitó a Sir Oliver Franks un análisis del conflicto, este elaboró un importante documento conocido como el 'Informe Franks'. En el mismo se expresa sin duda alguna que el conflicto fue escalado por Gran Bretaña y no por la República Argentina. Y aclara que mi empresa era totalmente ajena a los hechos que desencadenaron la guerra".
"Ello me generó una suerte de esperanza si iniciaba acciones judiciales, sin embargo mi reclamo no fue estimado en el Reino Unido. Tampoco tuve suerte al esperar un apoyo de los distintos gobiernos constitucionales, luego de los Acuerdos de Madrid la Cancillería no creía que fuera oportuno aportar un conflicto comercial".
Constantino Davidoff, fue seriamente damnificado, material y moralmente, por encontrarse en el lugar y en el momento inoportuno en medio de un conflicto más que centenario. Durante 30 años reclamó infructuosamente ante los distintos gobiernos argentinos y británicos, las cancillerías, el Vaticano y otras instancias internacionales. La misma Reina de Inglaterra, con mucha cortesía, le respondió que si bien reconocía su problemática, ella sólo obraba a través de su consejo de ministros.
Fuente y agradecimiento: https://deyseg.com/malvinas/464