El general Hornos fue designado entonces para hacer el escarmiento no realizado por Mitre, con ese objeto salió desde el Azul al frente del Ejército de Operaciones del Sur, que constaba de 3.000 hombres y 12 cañones. Los indios fueron avistados en las sierras de Tapalqué pero Calfucurá logró atraer al ejército porteño hacia una llanura que resultó ser un tembladeral, en el que inmovilizó por completo a la caballería. Así se inició el combate de San Jacinto, el 29 de octubre de 1855. Los salvajes bien familiarizados con esa clase de suelo pronto dieron cuenta del enemigo que sufrió una penosa derrota. Hornos tuvo que abandonar la lucha dejando 18 jefes y oficiales y 250 hombres de tropa muertos y 280 heridos. Numerosos caballos, armas, municiones y otros pertrechos quedaron en poder de Calfucurá.
La derrota del general Hornos conmovió profundamente a la opinión pública y hubieron interpelaciones en la Legislatura, por lo que el ministro de la guerra, el coronel Mitre, ofreció su renuncia al cargo.
Con sus triunfos sobre Mitre y Hornos, Calfucurá confirmó su prestigio ante la indiada, para la que resultó un conductor invencible y reconocido como la suprema autoridad de las pampas.
El gobernador hacía cargos al ministro de la guerra diciéndole: “… a costa de trabajo y gastos se logra al fin reunir en tres meses, mil caballos en el sur para el ejército que tanto los necesita y salimos con que en su marcha a Bahía Blanca se perdieron como 600….”.
El gobernador Pastor Obligado resolvió hacer las paces con Catriel y Cachul firmando un convenio por el que se obligaba a pasarles grandes cantidades de yerba, azúcar, tabaco, harina, aguardiente, vino de Burdeos, ginebra y 200 yeguas trimestralmente. Y como si ello no fuera bastante se le concedió a Catriel el grado de general y cacique superior de las tribus del sur y con el derecho a usar el uniforme militar de su jerarquía.
Esta debilidad del gobierno al pactar en forma humillante mediante tratados de paz que eran una vergüenza nacional, al otorgar grados militares y honores a los más sanguinarios caciques, se atribuyó a la crítica situación política por que atravesaba el Estado de Buenos Aires frente a la Confederación, aunque ello no puede ser justificado en forma alguna.
Como Calfucurá no quiso entrar en tratos y siguió en actitud hostil desde sus aduares en las Salinas Grandes, se procedió a organizar un nuevo ejército, que al mando del coronel Nicolás Granada, operaría sobre dichas tolderías. Iniciadas las operaciones se produjeron algunos choques indecisos en Sol de Mayo, en Cristiano Muerto y en la zona del arroyo Pigüé. La vanguardia llegó a las Salinas Grandes para encontrar tan sólo los rastros de la indiada que se retiraba al centro de la pampa.
De regreso a sus guarniciones las tropas fueron hostilizadas en toda forma por el enemigo, que llegó hasta incendiar los campos inmediatos a las columnas en marcha.

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