Uno de sus desempeños más destacados estuvo en la denominada “Batalla de las Horquetas del Sauce”, en lo que sería posteriormente la estación ferroviaria Piñeyro, partido de Coronel Suárez.
Fue una de las cinco batallas más importantes de la "invasión grande" como la calificaron los indigenas.
Tuvo lugar el 10 de marzo de 1876 y fue evocado en una interesante nota por Luis M. Zavalia, propietario del establecimiento de Piñeyro en cuyas tierras tuvo lugar el enfrentamiento entre 550 soldados y 2.500 indígenas.
La División Costa Sud que defendía la frontera en la zona que incluía en el año 1876, lo que en el futuro sería el distrito de Coronel Suárez, cuando del campo de don Jorge Keín, en el sur de Bahía Blanca, le llegó el aviso de que una invasión de importancia entraba por el arroyo Las Mostazas, mientras que conjuntamente otra importante como numerosa indiada acampaba en "Las Horquetas" del arroyo Sauce Corto, donde estratégicamente buscaba apoyar el desplazamiento del futuro combate.
Al momento el jefe de la fuerza mandó tocar generala, poniéndose en marcha en dirección al paraje indicado con los regimientos 1 y 2 de Caballería y con dos piecitas de artilleria de campaña al mando del teniente Estanislao Maldones; en total 550 hombres, más 59 lanceros indígenas amigos, que comandaba el bravo cacique Pichi Huinca.
Es digno de mención el señor Enrique Blanch, inglés de nacimiento, que en un estupendo caballo trajo el aviso de una distancia de 20 leguas, actitud que sería agradecida por la guarnición, rechazando la escolta que se le ofrecía para su regreso y solicitando, en cambio, el permiso para combatir al lado de un jefe reputado como la primer lanza argentina: el coronel Salvador Maldonado.
El día estaba sereno y apacible y los soldados marchaban con decisión, descubriendo a poco al invasor que, a su vez, seguía el movimiento de la columna militar, organizándose en grupos y en orden abierto.
Tan luego, a medida que se acercaban a "Las Horquetas del Sauce", en lo que hoy es Piñeyro, se puso en movimiento el enemigo, coronando todas las alturas en un radio de veinte cuadras de distancia. La manera de combatir de los indígenas, era similar a la de los árabes, de acuerdo al informe militar, extendiéndose en orden abierto, formando grandes guerrillas separadas, en compactos grupos comandados por caciques subalternos, logrando de ese modo rodear las fuerzas de los regimientos.
De cuando en cuando, con actitud provocadora, los guerrilleros pampeanos, ricamente ataviados, blandiendo sus lanzas con hábiles molinetes, montados en briosos caballos, en su propia lengua gritaban a la tropa "que ni uno solo volvería al fuerte". El número de los invasores se calculaba en alrededor de 2.500 capitaneados por los caciques Namuncurá, Marcelino y Juan José Catriel, además de los sublevados hermanos Cándido y Ramón Leal, provenientes de Azul.
Maldonado, sin temor, con la serenidad que cientos de encuentros le daban, ordenó a sus fuerzas desplegarse en batalla, para tocar luego "a degüello", ordenando a las fuerzas cargar escalonadamente por escuadrones. La respuesta de la indiada fue ejecutar con astucia el mismo desplazamiento.
El combate se hizo general, cargando en sucesivas tandas el bravío salvaje chocó contra las tropas del Ejército y en el infernal griterío sobresalía el estrépito de las armas y el relinchar de los caballos.
Las dos piecitas de artilleria de campaña, manejada con oportunidad, infligían temor y daño en las fuerzas indígenas, que tras tres o cuatro cargas, dejaron en el campo de batalla, 53 indios muertos y numerosos heridos, para luego, vencidos, huir el resto en completa derrota hacia sus tolderías, con la esperanza de rehacerse y volver más tarde a disputar a las tropas "sus campos", como altivamente los denominaban.
En este duro, violento y desgraciadamente olvidado combate, por su bizarro comportamiento, el jefe de escolta del coronel Maldonado fue condecorado al ser gravemente herido en el brazo derecho. Su nombre y grado fueron: Manuel de Álvarez, con jerarquía de teniente y que llegaría luego a general e igualmente recomendados por su brillante acción, el Tte. Estanislao Maldones y el capitán Victoriano Rodríguez.
Y como comenzó también terminó la batalla el Sr. Enrique Blanch, que con grave riesgo pudo alertar a tiempo a la tropa, después de la cual al tranco, lentamente, regresó a su establecimiento, acompañado por los elogios del famoso coronel Maldonado.
En ese momento don Enrique Blanch, dueño de la estancia Las Horquetas, invitó a las fuerzas nacionales a tomar un refrigerio y les dio descanso en su establecimiento, elogiando al coronel Maldonado y sus fuerzas por la valentía y heroicidad demostrada en la batalla.
Esta sucinta reseña solo intenta reflejar los hechos registrados en una época muy diferente a la actual y a la que hoy solo nos llegan vestigios.
Durante algún tiempo las tribus de los caciques Tripailao, Manuel Grande y Pichihuinca se instalaron en las serranías de Puán, donde inclusive se ha bautizado al lugar como “la senda del Pichihuinca”.
Puan nace como Comandancia de Frontera el 5 de junio de 1876 cuando arriba la División Costa Sur a cargo del Coronel Salvador Maldonado.
La fuerza estaba compuesta por 800 hombres integrantes del Regimiento 1 de Caballería, Batallón 8 de Infantería y Regimiento 11 de Caballería. El Capitán Manuel Pichihuinca estaba a cargo de 50 lanceros al servicio de la Guardia Nacional, cuyas tolderías estaban ubicadas camino al cerro, sobre una margen del arroyo Pichincay.
Nota del propietario de las tierras: Sr. Luis M. Zavalia (fragmento).

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